Somos muy dados a esa famosa frase de “cómo pasa el tiempo”. Ayer me decía un amigo: ya se acaba el verano, y cuando te des cuenta estamos en navidad.

Sí, el tiempo pasa de prisa, por eso nosotros tenemos que ser más rápidos y aprovecharlo. En cuatro meses se pueden hacer muchísimas cosas, lo que no vale es pararse porque ya, prácticamente, se ha ido el año. Falso. Eso demuestra una actitud reactiva, no proactiva, como ya decía en un post anterior (gestión reactiva o gestión proactiva) ¿Qué tal si, en vez de pensar que ya queda poco de este año, pensamos que todavía quedan cuatro meses? 120 días para intentar salvar el ejercicio, si nos está yendo mal, o para terminar aún mejor, si, afortunadamente, es el caso contrario. Para implantar nuevos métodos o herramientas, para poner orden, para controlar, para comenzar cualquier cosa que no se hizo antes, o para terminar con lo que no estamos cómodos.

¿O para implantar un presupuesto? Claro que sí, y se lo demuestro:

    1. Por un lado, insisto, todavía hay tiempo para tomar medidas. Construir el presupuesto implica también medir lo que se ha hecho hasta ahora, es decir, establecer la situación exacta en que se encuentra nuestra empresa. Si conocemos dónde estamos y adónde queremos ir, podremos escoger el camino adecuado para, como he dicho arriba, salvar el año o terminarlo aún mejor.

 

  1. Por otro lado, implantar un sistema de control de gestión (las cuatro “ones”: previsiones, mediciones, comparaciones y correcciones) lleva tiempo, más o menos dependiendo del tamaño de la empresa y la complejidad de la actividad. Si esperamos a enero para empezar, no estará operativo desde el día 1, hay que montarlo. Pero si lo hacemos ahora y no da lugar a que empiece a funcionar para este año, ya lo tendremos a plena potencia desde el primer día del que viene, habiendo ganado un tiempo valiosísimo.

No voy a hablar aquí ahora sobre la gestión del tiempo en el trabajo, todos la conocéis. Sólo recordaros su importancia. Una cualidad común a todo buen gestor es saber manejar el tiempo, el suyo, el de sus empleados y el de su empresa. Y cuatro meses no es precisamente poco tiempo como para dejarlo ir sin más. Aprovechémoslo.