No quiero dejar pasar la ocasión de escribir sobre lo que nos ocurrió el viernes pasado en una visita comercial. Teníamos concertada una cita y, de camino, aprovechamos para acercarnos a otra empresa que estaba en la ruta. Al preguntarle a este empresario si necesitaba nuestros servicios financieros, nos contesta: “yo lo que necesito es un bombero”.
No tuvimos ocasión de explicarle nuestro punto de vista porque en ese momento no podía atendernos, por eso quiero hacerlo desde aquí.
Pregunta: ¿Cuándo se necesita un bombero?.
Respuesta: cuando hay un fuego.
Pregunta: ¿Cuándo hay un “fuego” en una empresa?.
Repuesta: cuando se presenta un problema que hay que resolver de manera urgente.
Pregunta: ¿Es mejor apagar el fuego, o evitar que se produzca?.
La respuesta es obvia, verdad? Los fuegos se producen en todos los departamentos de la empresa: una máquina que se rompe en el peor momento; un cliente importante que se nos cae; un pedido que no nos llega; el camión que se estropea; etc. En administración, el “fuego” en el 99% de los casos tiene una causa muy concreta que lo alimenta: la liquidez. Disponer del dinero suficiente para pagar todo lo que hay que pagar. La buena noticia en este caso es que, a diferencia de otros problemas en otros departamentos, la liquidez se puede medir y planificar. El presupuesto de ingresos y gastos tiene su correspondencia en el de tesorería, es decir, cobros y pagos. Así, se tiene visibilidad a unos meses vista de nuestros recursos líquidos, y si son insuficientes, se va a ver el humo desde lejos. ANTES de que haya fuego y necesitemos a los bomberos.
Los economistas utilizamos los calendarios no para salir en ellos, sino como herramienta de trabajo para prever los acontecimientos y evitar o, al menos, minimizar los problemas, ganando tiempo para adoptar medidas. No me cansaré de decirlo: la PLANIFICACIÓN y el CONTROL son vitales para la buena marcha de un negocio, porque hay fuegos que, una vez desatados, ni siquiera los bomberos son capaces de apagar.